Aunque muchos padres y muchas madres no sepan llamarlo como
tal, comparten el miedo a que sus hijos sean “etiquetados” en el Centro
Educativo dónde están. Una sensación que todos en algún momento de nuestras
vidas hemos sentido. Ese techo invisible nos limita en nuestro
crecimiento profesional y personal, en función de las expectativas
creadas.
Como se puede encontrar en múltiples fuentes bibliográficas.
Rosenthal y Jacobson en 1964 se hicieron la siguiente pregunta ¿Las
expectativas favorables del educador o educadora, inducen por sí mismas, una
aumento significativo en el rendimiento
escolar de sus alumnos y alumnas? Plantearon una investigación con los
siguientes pasos:
1.- Se pasó un test de inteligencia a todos los
alumnos y alumnas de una escuela.
2.- A los docentes de les dijo que el test
predecía de forma fiable los alumnos y
alumnas que destacarían en clase sobre los demás en los meses siguientes.
3.-Se les dio a los profesores una lista de los
alumnos “mejores” según el test. Pero no se les dijo que la lista estaba hecha
al azar sin ninguna referencia a la puntuación del test.
4.- Posteriormente se pasó el test a los alumnos y
alumnas a los 6 meses, un año y dos años. Comprobándose que el 47% de estos
alumnos y alumnas “mejores” mejoraron en 20 o más puntos en el coeficiente de
inteligencia, siendo solo un 19% de los demás alumnos y alumnas los que
consiguieron mejorar esos 20 o más puntos.
Obviamente nuestro rendimiento no será sólo una cuestión de
expectativas, pero parece cierto, que si influyen en la relación que se puede
establecer con nuestros hijos e hijas o con nosotros y nosotras a la hora de
interpretar y favorecer determinadas actitudes. Por eso, siempre que podamos
debemos de evitar las “etiquetas” y percibir nuestra realidad como un proceso
de cambio. Si fuera posible como un proceso de cambio positivo.
Un experimento interesante que nos relata Luis Rojas Marcos en su libro Superar la Adversidad en 2010 es
el de David Rosenhan publicado en la revista Sciencie. En el cual "cinco hombres y tres mujeres de diversas
profesiones y estratos sociales se hicieron pasar por pacientes y acudieron a
las urgencias de varios hospitales estadounidenses. Al ser examinados, todos se
quejaron del mismo síntoma: oír voces extrañas. Igualmente, cuando el psiquiatra
de guardia les preguntó qué decían las voces, todos respondieron que no estaban
seguros, pero eran palabras como “vacío”, “hueco” o algo indescifrable.
Según nos detalla el resto de información era verídica, incluyendo la descripción de su
vida". Comenta Luis Rojas Marcos que todos los impostores fueron ingresados
en servicios psiquiátricos con diferentes diagnósticos. Una vez ingresados
manifestaron que los síntomas cesaron, sin que ningún profesional pensara que
no estaban enfermos. Sólo otros pacientes intuyeron que no estaban enfermos.
Estuvieron ingresados una estancia media de 19 días. Como nos sigue comentado
Rojas Marcos L. Incluso siendo informados por los investigadores los
profesionales negaron que pudiera haber ocurrido.
Como nos indica Luis Rojas Marcos “vemos lo que esperamos ver. Además, una vez que colgamos a alguien la
etiqueta de anormal, percibimos en todos sus compartimientos connotaciones de
anormalidad que justifiquen nuestra calificación”.
Nadie debería de estar limitado por las impresiones o por una
realidad puntual. La realidad se puede transformar e igualmente aquellos y
aquellas que navegan en la ola del éxito, no pueden dormirse en los “Laureles”. El
esfuerzo, la constancia y ser conscientes de nuestras potencialidades y debilidades
para crecer, nos hará más fuertes.
Os dejo un enlace a un vídeo explicativo del trabajo de Rosenthal
y Jacobson.